Hoy día la información se transmite rápidamente y en cualquier momento, a través de los periódicos, redes sociales, televisión radio, etc. Sin embargo, durante el Siglo de Oro, si se quería estar informado había que ir a los mentideros, allí se sabía todo. Era un método más eficaz que los primeros periódicos o semanarios.
En el siglo XVII se constituyó «La Gaceta ordinaria de Madrid», que después se llamaría la «Gazeta de Madrid», donde se podían encontrar las noticias importantes de dentro y fuera de España. Esta Gazeta es la predecesora del Boletín Oficial del Estado (BOE) y se distribuía mensualmente, por lo que las noticias no estaban actualizadas.
Sin embargo, en los mentideros la información se actualizaba al día. Eran sitios donde ricos y pobres llegaban ansiosos de llevarse los detalles de los últimos sucesos y aprovechaban para opinar sobre los mismos o filtrar una exclusiva, que no siempre era cierta. Por tanto, realidad y ficción se juntaban y era difícil distinguirlas.
En Madrid había tres mentideros fijos, aunque algunas voces dicen que hubo un cuarto de una gran dama, pero no hay casi datos del mismo:
El primero es el Mentidero de los Representantes. Se ubicaba en el ensanchamiento que había en la calle del León (antes conocida como calle del Mentidero), en el Barrio de las Letras. Como se puede suponer por el nombre, estuvo relacionado con la literatura y los artistas. Aquí se daban cita los actores de teatro y sus representantes, escritores y aprendices de escritores. Se crearon los primeros corrales de comedias, como el del Príncipe, actual Teatro Español.
Fue testigo del amor entre la actriz la Calderona y Felipe IV. Ella siempre le guardaba un balcón para que viera las fiestas de la Plaza Mayor, algo que no le gustaba a la reina. De esta relación nació Juan José de Austria, el que sería valido de su hermano, Carlos II. Aquí se llevó a cabo también el asesinato del hermano de Calderón de la Barca, en una reyerta Era lugar donde las obras de teatro se leían en alto, para que se votara si se podía representar o no, lo que, en muchas ocasiones acababa en peleas por conseguir un papel.
El ataúd de Lope de Vega se exhibió aquí para que lo viera su hija que se encontraba en el Convento de las Trinitarias. Así mismo, se hicieron públicos los escándalos amorosos de Lope de Vega, los chismorreos que luego serían la base de las obras de los corrales de comedias o los fallos de Cervantes, que desde su casa escuchaba esos cotilleos e informaciones, así como lo que de él se hablaba.
Otro mentidero era el de las Losas de Palacio, ubicado en la parte delantera del Real Alcázar (donde ahora se ubica el Palacio Real). Recibía ese nombre porque era la única zona que tenía losas y no era un arenal. Estaba más cuidado. En el Patio del Rey se aglomeraban los gacetilleros y las mujeres, incluso el rey, desde un balcón, escuchaba lo que se comentaba de buena mañana.
Por su ubicación, aparte de información, la gente que allí iba buscaba favores gubernativos de parte de alguien influyente que fuera a ver al rey, además de cotilleos políticos y militares. Cuando la realeza salía, se llenaba de personas que querían verlos y era lugar de los «covachuelistas», funcionarios de palacio.
El tercer mentidero eran las Gradas de San Felipe o el Mentidero de la Villa y puede ser el más importante de los tres. Lo encontraríamos en las escaleras que había en el Convento de San Felipe el Real, situada en una elevación entre la calle Mayor, del Correo y Esparteros. Aquí se podía conocer el estado de los territorios españoles de primera mano, favorecido por que la Real Casa de Correos estaba cerca.
La denominación de grada, se debe al escenario que tenía el convento para evitar el desnivel entre la calle Esparteros y Mayor y era un lugar siempre lleno de curiosos. Era el punto de reunión de los soldados de los Tercios de Flandes, pues se les alistaba para llevarlos hacía los Países Bajos. Muy cerca de este mentidero murió Juan de Tassis y Peralta, Conde de Villamediana, el 21 de agosto de 1622, a manos de un desconocido que le propinó una cuchillada. El Conde era el autor de la burla al Duque de Lerma, que decía: «El mayor ladrón de España para no morir ahorcado se vistió de colorado», lo que llevó a elucubraciones sobre la autoría.
En una ocasión, debido a la aglomeración de gente que había para ver la acusación de un reo, las gradas se vinieron abajo. En 1818 el convento se quemó y con la desamortización de Mendizábal se echó abajo, por lo que las avalanchas de gente se acabaron.
Como estaban relativamente cerca los tres mentideros, era frecuente encontrar a los mismos a primera hora en Losas de Palacio, después en Gradas de San Felipe y para terminar en Representantes. Además de información, en los mentideros se podía contratar a asesinos a sueldo y soldados de fortuna, para hacer el trabajo sucio de los que querían preservar su anonimato.