Hoy día, sabemos dónde están nuestros seres queridos fallecidos y queda registrado. Sin embargo, hace tiempo no era tan fácil. Se enterraba en cualquier sitio o se movía al difunto varias veces. Ejemplo de esto es Goya.
Don Francisco de Goya y Lucientes nació en Fuendetodos (Zaragoza) en 1746 y es uno de los mejores pintores de cámara de la historia de España. Se dedicó a realizar cartones para tapices, pintura religiosa, los famosos cuadros de las majas y de la Guerra de Independencia (Fusilamientos del 3 de mayo o la Carga de los Mamelucos en la Puerta del Sol), fue retratista de la corte y tuvo un periodo oscuro y de locura al final de su vida.
Falleció en Burdeos en 1828, a causa de un tumor y una caída por las escaleras. Se vio obligado al exilio cuando Fernando VII accedió al poder, en 1823. Enterrado allí, junto con su consuegro Martín Miguel de Goicoechea, fue descubierto por el cónsul español Joaquín Pereyra, cuando visitaba la tumba de su esposa. Estaba abandonada y sin ninguna distinción, por lo que decidió iniciar los trámites para exhumar el cuerpo y llevarlo a España. Al sacar el cuerpo resultó que no tenía cabeza y, sorprendido, se llevó el cuerpo decapitado a Madrid.
Se le enterró en la Sacramental de San Isidro, hasta que en 1919, se le trasladó a la Ermita de San Antonio de la Florida, donde descansa actualmente. No encontrar la cabeza fue motivo de teorías y especulaciones de toda índole.
Se dice que, enterrado en Burdeos, alguien profanó la tumba, sin permiso, y robó la cabeza para estudios frenológicos, pseudociencia de moda en la época que decía que se podía saber la personalidad y el carácter por la forma del cráneo. Sin embargo, también puede ser que Goya, aún vivo, permitiera al Doctor Laffargue quedarse con la cabeza y hacer el estudio frenológico. Se la llevó al hospital psiquiátrico de Burdeos y no lo identificó para que no se supiera de quién era.
Añadimos que se encontró un cuadro de Dionisio de Fierros en el que ponía: «El cráneo de Goya pintado por Fierros en 1849». Un hijo del pintor se lo llevó a Salamanca, donde estudiaba Medicina, para hacer unas prácticas. Sin saber que era de Goya, se lo dio a un perro que le perseguía. Se ha dicho también que lo robó de la tumba un estudiante español y lo llevó a un bar español de Burdeos, el Sol y Sombra, donde le rindieron culto hasta que cerró el sitio, desapareciendo el cráneo.
Enterrar a Goya en la Ermita se debió a que fue el encargado de las pinturas en honor a San Antonio, en 1798, a petición de Carlos IV y que podemos ver en la cúpula. Al lado del templo vivió el artista, en la “Quinta del Sordo”. Una de las escenas es la del milagro de San Antonio, que resucitó a un hombre acusado de matar a su padre, para que demostrara que no lo hizo.
La Ermita está próxima a donde ocurrieron los fusilamientos del 3 de mayo. Es de estilo neoclásico y se construyó a petición de Carlos IV. Tiene una estructura simple y a los pies del altar se encuentra la tumba del maestro, muy austera. Cerca de aquí se ubica el Cementerio de San Antonio de la Florida, donde se enterraron los 43 fusilados del 3 de mayo de 1808. En 1905, se declaró monumento nacional y en 1928 las misas y el culto se movieron a una iglesia gemela al lado de ésta, para conservar la original como museo, donde está la tumba.
UBICACIÓN:
Glorieta de San Antonio de la Florida, 5
CÓMO LLEGAR:
Metro: Príncipe Pío (líneas 6, 10 y Ramal Ópera-Príncipe Pío) y Plaza de España (líneas 3 y 10)
Autobús: 25, 33, 39, 41, 46, 62, 75, 138
HORARIO:
De martes a domingo de 09.30 a 20.00.
PRECIO:
Gratuito
De lo que se entera uno…
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