Burbuja inmobiliaria, especulación, tráfico de influencias, corrupción… Pueden ser términos actuales, sin embargo, desde hace siglos siempre ha habido quien ha hecho trapicheos. Uno de ellos fue Francisco de Sandoval – Rojas, Duque de Lerma y al que se considera el padre de la corrupción en España.
Francisco nació en Tordesillas en 1553, hijo de nobles, se educó en la corte de Felipe II. Fue compañero de juegos del príncipe Carlos e hizo buena amistad con el príncipe Felipe III. Cuando murió su padre, se convirtió en el responsable de su familia, que tenía más deudas que ingresos. Era jugador de cartas, pero tenía mal perder. Tuvo una carrera meteórica a la vera del rey.
Felipe II describió a su hijo (Felipe III) como una persona sin interés por los asuntos de Estado. Así pues, cuando se convirtió en rey se rodeó de personas de confianza, para no tener responsabilidad. En 1599, el rey dio el título de Duque de Lerma con Grandeza de España a Francisco de Sandoval y le convirtió en su valido. Llegado a tal punto, puso en todos los cargos a familiares y amigos afines. El Duque de Lerma era altanero y avaricioso, siempre buscando cómo beneficiarse; bien con mordidas a las arcas reales o con la venta de cargos y favores públicos.
Para enriquecerse, convenció al rey para mover la Corte de Madrid a Valladolid en 1601. Antes, había comprado unos terrenos allí, para alquilarlos a un precio alto a los funcionarios que llegaban buscando alojamiento. Al llevarse la Corte a Valladolid muchos nobles dejaron su casa en Madrid y las vendieron por poco dinero. Las compró el Duque de Lerma y, no conforme con unos beneficios que le convirtieron en el hombre más rico del Imperio, convenció al rey para que devolviera la capital a Madrid seis años después. Para celebrar dicha gestión, construyó el Palacio de Uceda, más grande que el Alcázar y que hoy es sede del Consejo de Estado, en la esquina de la calle Mayor con Bailén.
Eso sí, robaba pero tenía remordimientos, que calmaba lapidando dinero con fundaciones de conventos o donaciones a iglesias. Una vez aplacados, seguía usurpando. Sin embargo, el Imperio estaba en declive económico y ya en Madrid de nuevo, se inició su caída. La reina Margarita, esposa de Felipe III, reunió a todos los perjudicados por los abusos del Duque y llevó a cabo una investigación de los negocios que tenía, descubriéndose la red de corrupción e irregularidades. Se le acusó entonces de dirigir una de las mayores tramas de corrupción de la historia.
Su estrategia fue su súbita vocación religiosa, pidiendo a Roma el capelo cardenalicio para protegerse de cualquier juicio, puesto que el clero tenía inmunidad eclesiástica. Todo esto lo permitió Felipe III, que nunca dejó de apoyarle. Se oía por Madrid esta coplilla: «Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España, se viste de colorado».
En 1618, el rey le sugirió que se marchara de la vida pública, yéndose a Valladolid. Desde allí vio como, los que le habían hecho caer, se rifaban su puesto. Se comentó que todo fue un plan de su hijo, el Duque de Uceda y el Conde-Duque de Olivares para echarle. Fue enjuiciado por Felipe IV en 1622, se le quitó la mayoría de sus bienes y moriría arruinado y solo en 1625 en Valladolid. Con su fortuna se dice que se podrían haber construido cinco Palacios del Escorial.